miércoles, 1 de diciembre de 2010

Discurso para competencias de Oratoria

Versión Estenográfica, con motivo del Bicentenario de la Independencia y Revolución Mexicana  2010. Arreglos,  Profr. Fernando A. Sandoval Guerrero.

Honorable jurado, público presente y compañeros alumnos de las diferentes escuelas, que hoy vienen a  demostrar el trabajo y el esfuerzo que hacemos como una actividad más, les presento, no solo el sentir del correr de mis venas que están vivas por el deseo de transformación, no solo de una generación que  requiere de nuevas transformaciones.
Estas transformaciones no han sido posibles sin el apoyo de mis padres y maestros.
Un derecho y una obligación construir un México mejor.

Estoy aquí, con la frente en alto,  con orgullo y la dignidad gracias a los próceres de nuestra Patria.
Patria que no es una sola palabra, es un concepto que implica el sacrificio, el amor, la entrega y el coraje de aquellos valientes.

Si, debemos estar orgullosos de nuestra historia y de fortalecer los ideales de nuestros héroes y de aquellos maestros que hoy no se encuentran entre nosotros y que gracias a su dedicación esto no hubiera sido posible sin el apoyo, sin el ímpetu y dedicación a nuestras acciones que buscan ver realizados los sueños de quienes han hecho la historia y que también son nuestros sueños.

Una motivación abstracta que inspiró a los hombres precursores del movimiento independentista y el revolucionario.
A  lo largo de los 200 años de Independencia con Miguel Hidalgo y Costilla, Ignacio Allende, Josefa Ortiz de Domínguez e  Ignacio Abasolo, construyeron los cimientos de esta nación con pensamiento, buscaron detener la injusticia de la población oprimida al tomar las armas en forma belicosa, para  reivindicar lo que a lo largo de la conquista le fue arrebatado, tesoro más preciado.
Y parafraseando a Cervantes de Saavedra (escritor español) “sancho en la existencia del hombre, hay dos tesoros por los que el hombre debe ofrecer su vida la libertad y la tierra”[1].
Si pudiéramos retroceder el tiempo y ubicarnos seis meses antes de la madrugada del 16 de septiembre de 1810,  asistir a las juntas clandestinas de los caudillos, en donde se podría percibir el ambiente de descontento, de miedo, de incertidumbre por concretar sus ideales; en razón de que ellos, perfectamente sabían que la única manera de que escucharan los gritos de su ideología era por la vía más violenta que el hombre conoce. La fuerza.
Bajo la premisa de que el emperador español a través del virrey en la nueva España tenían una cerrazón y no pretendían escuchar el clamor del pueblo y mucho menos aun escuchar los ideales de los caudillos.

Ante esta reflexión, no debemos omitir a Agustín de Iturbide, quien a pesar de que los historiadores se han encargado de minorizar su participación, también dentro de sus ideales, buscaba una trasformación, como lograr la independencia de México del imperio, a través, de la exposición de argumentos para una nueva dinámica social bajo preceptos constitucionales  basados en un pacto social.
Quien se atreva a decir lo contrario, es negar nuestros propios sentimientos de coraje odio e impotencia que hace ser más tolerantes ante esta diversidad de pensamiento. 
Sintamos el coraje por ver en que estamos transformando nuestro México.
Un pueblo de diversidad étnica y cultural compuesto en estados federados que nos hace únicos.
Una República  que tiene como parte fundamental los derechos inalienables de los individuos como ciudadanos en nuestra Carta Magna.
La justicia, la equidad y la  igualdad, debemos preservarlos no solo con la fundamentación legal, debemos ejecutarlos desde aquí, desde esta tribuna para que no solo escuchemos  y nos deleitemos con lo que queremos oír, sino por el contrario, que bajo este pensamiento después de aquí salgamos con el pensamiento de verdaderamente ayudarnos como raza que se mantiene desde los imperios prehispánicos, desde la mestizaje con los españoles, con las invasiones extranjeras y con las luchas sociales que han construido  lo que muchos recitamos: México.
Un México donde la Revolución implicó una ruptura con el pasado inmediato, una transformación evolutiva que trajo consigo la solución de injusticias y agravios que durante tres décadas perduraron.
Todo inició en el corazón y en la mente de unos cuantos y cuantos muchos vivimos de esos logros. El movimiento de las masas, masas enfurecidas y hartas por la negación de sus derechos elementales, el abuso de poder, y de la concentración de la riqueza en unas cuantas manos, dejando a miles al margen de la supuesta modernización de un país clamó lo que es justicia.
Grupos sociales que no contaban con las oportunidades necesarias para salir adelante, en tan solo 100 años de Revolución hemos visto el cambio tecnológico, de pensamiento y de norma, pero miremos a  nuestros costados, a nuestros alrededores, la pobreza extrema perdura y la riqueza  también en unos cuantos, así como la ignorancia de muchos.
Estoy aquí, no para levantarlos en armas  como cuando estos 200 o 100 años de lucha de nuestros próceres detuvieron al enemigo con las armas.
Nuestras armas buscan una conciencia social, un mejoramiento educativo y una justicia más igualitaria.
Derechos justos para los trabajadores, empleo, educación, salud,  tierras para los campesinos y un gobierno democrático.
Resarcir la pobreza intelectual y económica que impera, que los campesinos tengan mejores herramientas y sustentos, así como a todos los ciudadanos que por ley nos corresponde y nos hace iguales entre todos  y con el mismo derecho del respeto que una vez Benito Juárez postuló.
Muchos han de preguntarse porque la educación. La educación es la parte fundamental del crecimiento de una nación. No solo hace falta una escuela, hacen falta también, mejores maestros, mejor capacitados, mejor retribuidos, mejor alimentados porque el interés de los alumnos, no solo es el conocimiento, es la sensibilidad humana de verlos también alegres, animosos y llenos de vida, ejemplo seguir de muchas generaciones enteras. Un derecho y una obligación.
Es indignante como se piensa en desarrollo sin intentar tenerlo. Primero hay que desarrollar las propias mentes,  pensar y luego actuar.

Un México que no debe perder sus raíces, sus lenguas y sus costumbres.
Choquilitzatzi ca.
Otiacicoh ca in xochtl in cuicatl,
izcatqui ica paquiliztli quiyahui cenyohual chicahuac.
Yauh cuicatl tlalticpac

Jóvenes  cantores de vida
cantemos palabras antiguas.
Llorando con sentimiento con  gritos,
con canto y poesía  aunque llueva fuerte toda la noche.

México cuento contigo porque soy, he nacido en ti y por ti lucharé, viviré y moriré por ti.

¡Viva México!
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[1] CERVANTES, Saavedra Miguel de,  “Don Quijote de la Mancha”, España,

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